La palabra que se encarna
La palabra que se encarna es rara de oír, y cuando la pronunciamos lo hacemos estremeciéndonos. Puede que ni siquiera entonces lo reconozcamos, pero, si no me engaño, todos hemos saboreado con arrobada reserva ese bocado proferido a nuestro aire. Es verbo vivo, que respira, y esas palabras no pueden morir. Coherente en espíritu, quizás solo pudiera perecer si ese Dios que se hizo carne y moró entre nosotros igualase en condescendencia a nuestra lengua, a la adorada filología.
Darío Giménez Imirizaldu
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